Desde la calle parece una simple tienda de delantales y ropa de cocina, pero una vez adentro, las fotos colgadas en las paredes con la cara de la cocinera más querida y más popular de la historia argentina indican que allí hay algo más. Lo que anuncian esos carteles es que en un segundo piso está el museo que abrió las puertas hace algunos días en honor a Doña Petrona de Gandulfo. Las sucesivas ediciones de sus libros, publicados desde los años '30, sus delantales de cocina, el horno que usaba en su casa de Olivos, la batidora y utensilios que hoy llaman la atención, como su ablandador de harina y azúcar y su enorme batidor de alambre de unos 70 centímetros de largo. Todo estaba guardado como un tesoro en la casa de sus nietos y hoy está exhibido en el salón de la Avenida Jujuy 1582.

 

 

Ángel, el guía del pequeño museo, cuenta que Doña Petrona llegó a Buenos Aires desde La Banda, su ciudad natal de Santiago del Estero, en 1912, cuando tenía 16 años. Después de casarse con Oscar Gandulfo, en 1925 comienza a trabajar en la compañía distribuidora de gas de red de Buenos Aires como una de las demostradoras de cocina que enseñaban a las mujeres a usar los hornos y hornallas a gas, toda una novedad tecnológica para la época, cuando lo habitual era la cocción a leña o kerosene. No tuvo que pasar mucho tiempo para que, con su claridad y habilidad para enseñar, se convirtiera en la líder del grupo. Algunas revistas como ‘El Hogar’, una especie de Para Ti de esos años, comenzaron a llamarla para que diera clases de cocina y, de a poco, su talento para comunicar y hacer más sencillas las tareas de la cocina empezaron a convertirla en una referencia para las amas de casa o las ecónomas, como ella prefería llamarlas.

    

 

 

Sus jefes de la distribuidora de gas vieron ese potencial y, en 1926, pensaron que valía la pena ofrecerle lo que era (y sigue siendo) el sueño de todo amante de la cocina: una estadía en París para estudiar en el prestigioso instituto de artes culinarias Le Cordon Bleu. De regreso en Argentina, comenzó un trabajo que la llevó a entrar en la vida de innumerables familias de Argentina a través de varias generaciones: el de hacer un compendio de sus recetas y consejos. En 1933 publicó su primer libro y comenzó a venderlo en su casa, sin sospechar que con los años se convertiría en el más vendido de la historia del país, detrás de la Biblia y el ‘Martín Fierro’.

 

 

Tres días después de que llegara la televisión al país, en los años '50, Doña Petrona ya estaba allí, preparando sus recetas frente a las cámaras. En la década siguiente, con el programa ‘Buenas Tardes Mucho Gusto’, se convirtió en una de las estrellas indiscutidas de la televisión argentina. Sus pasos en el mundo de la cocina quedaron registrados en cientos de fotos que la muestran como demostradora en los salones de la compañía de gas, en las páginas de las revistas y, más tarde, en los sets de televisión. Muchas de esas imágenes, además los delantales que ella misma bordaba, pueden verse en el museo del barrio de Once.

 

 

Ayer, sobre una de mesas del salón estaban desordenados muchos de los libros de Doña Petrona que hay en exhibición, los primeros volúmenes de la década del ’30, otros de hojas tan gruesas que casi no pueden abrirse por ser de una época en que escaseaba el papel de calidad y muchos otros compendios que ya son piezas de valor histórico. Ángel, el guía, explica que el desorden de los libros se debe a que la editorial Planeta había estado revisándolo para un nuevo trabajo: la edición 103 del libro original, que saldrá a fin de año.

 

 

 

Datos clave

Está ubicado en Avenida Jujuy 1582, Ciudad de Buenos Aires (Estación Inclan de la línea H del subte).

La entrada es gratuita y los horarios, durante el primer mes, serán lunes a viernes, de 10 a 17, y sábados de 10 a 12.30.

Los horarios de los meses siguientes se irán comunicando a través de la página de Facebook de Doña Petrona.